Cuando decidí hacer el voluntariado, la elección del país vino, en cierto modo, dada de antemano tanto por las circunstancias en las que se me ofreció como por la afinidad cultural y lingüística con el país de acogida.
El hecho de viajar al mismo corazón de la Unión, fue un atractivo más. No obstante, más allá del cosmopolitismo europeísta que encarna la propaganda de ésta, la gran experiencia fue acercarse a esa Europa rural y sus gentes relegadas a un segundo plano, con las que hay muchas más afinidades de las aparentemente proclamadas. Si algo de positivo tienen los voluntariados es el de generar ese sentimiento de fraternidad defendido por la Giovine Europa de Mazzini, pues ponen en relieve a las personas y las escasas diferencias entre ellas, más allá del hecho de hablar una lengua distinta.
Ese es, quizá, el aspecto más importante de la experiencia del voluntariado, un voluntariado en el cual he podido hacer grandes amistades que perduran a día de hoy.